domingo, 10 de noviembre de 2013

Adiós Galliani

Otoño en Arcore, otoño del viejo Milan. Pero en otoño los colores son cálidos, los tonos esfumados, y no se podía imaginar que el encuentro entre patriarcas acabara con laceraciones y heridas. Adriano Galliani se irá con el honor de las armas y en el momento decidido junto al gran jefe Silvio Berlusconi, pero lo que se consumó en el vértice de ayer es el saludo a una era que se va. El próximo Milan tendrá la firma de Barbara Berlusconi, que tras un periodo de aprendizaje ha decidido que es el momento de incidir más, precisamente cuando los resultados no llegan, el dinero no abunda, por tanto hay que estudiar una filosofía nueva.
Cambiar de rumbo, como dijo Barbara. Y muchas veces para cambiar de rumbo hace falta cambiar de timonel. Aunque Galliani repetiera ayer su fidelidad rossonera: “Mi Presidente será siempre Silvio Berlusconi. Estamos unidos para toda la vida”. El romper con un pasado llena de éxitos no es algo de estos días. Comenzó hace dos años y medio, cuando la hija de Silvio entró en el Consejo de Administración. Su llegada a las oficinas de Via Turati tiene fecha de diciembre de 2010, parecía la llegada natural para el miembro de una familia que ha marcado la fortuna del club.
Barbara estudió el ambiente, luego pisó el acelerador. Todo sucedió hace una semana, aprovechando su contacto en la agencia Ansa que comentaba el fruto de sus coloquios con el padre tras la derrota contra la Fiorentina. Barbara quiere cambiar, se escribía, y el destinatario fue prontamente encontrado: Adriano Galliani, el cual, con espíritu práctico, enseguida pidió un coloquio con el Presidente. Barbara nunca dijo su nombre y además dijo: “Nunca he solicitado el cambio del a.d.”. Pero Galliani no podía soportar sombras e inseguridades. Es por eso que ayer a la hora de comer estuvo en Villa San Martino, donde Berlusconi había vuelto a su casa la noche antes.
A las 13:00 enfila un Audi a través de las verjas. No es Galliani, sino Fedele Confalonieri, otro punto cardinal del universo berlusconiano. A las 13:22 llegó Galliani con su chófer. Silvio y sus dos invitados charlaron como viejos amigos, luego se sistemaron en la sala de comida. Afuera, la nube de periodistas va en aumento, mientras tanto, los habitantes de Arcore, a pesar de estar habituados, se paran por curiosidad. Pasan las horas y Barbara, que ya habló largamente con su padre, calla. No es el momento para ella de exponerse, porque le toca a Silvio y Adriano encontrar una estrategia de salida.
El heredero espera que solo llegue el cambio de rumbo solicitado para abrir un nuevo ciclo. Tiempo y sobre todo modalidad de operación serán decididos por los viejos jefes índios que con Berlusconi han diseñado una época en el club. Y los tres hablan, charlan, reforzan su antígua amistad, pero el tiempo no se puede parar. Los jóvenes son voraces y lo que se ha abierto en el Milan es un choque generacional. Hay que cerrar un ciclo para abrir otro de manera constructiva, sin estrépitos que no harían bien a nadie. Tras tres horas de reunión, Galliani abandona la casa Berlusconi.
Todo parece indicar que su marcha será anunciada en el Consejo de Adminsitración que se celebrará en abril. Luego, en la historia de Galliani seguirá estando Berlusconi, pero Adriano no podía tolerar cargos con responsabilidad limitada. El otoño de los patriarcas es dulce y el tiempo pasa. Ninguno de los contendientes será públicamente herido, nadie gritará de rabia.

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