Todo lo que tenía que saber, lo sabe. Que ser una estrella en Italia será complicado, que el fútbol italiano es muy táctico, que los hinchas son apasionados pero si juegas mal te mandan a paseo, que seguramente encontrará paparazzi debajo de su casa (el ex-apartamento de Wesley Sneijder y Kakà como vecino). Keisuke Honda por tanto parece preparado, hablando en un simple inglés y marcado para que nadie le entendiera mal y sin dejarse sorprender del caos que había a su alrededor.
Porque él está preparado. No lo están en cambio los demás, los periodistas italianos rodeados de gentiles colegas japoneses, algo que quizás ya se esperaban, pero quizás no las alfombras rojas en la sala de San Siro hacia el campo, el vídeo de presentación grabado dentro del estadio vacío con Jimmy Fontana como sonido de fondo (“el mundo”, parece que en Japón es una pieza realmente famosa), sobre todo el logo creado aposta en las oficinas comerciales del Milan, un honor que no le tocó siquiera al icono de los iconos, David Beckham.
Los cámaras se pegan por conseguir la mejor posición, es algo comprensible, viendo que en Tokio es hora del prime time. Cuando le preguntan si le preocupa ser comparado a Beckham: “Sé que antes de nada tengo trabajo que hacer en el campo, jugar bien, intento comportarme como un profesional ejemplar porque sé que soy el modelo a seguir por muchos niños”. Pertinente respuesta, que curiosamente Becks habría dicho lo mismo, palabra a palabra.
Honda de momento se comunica en inglés con sus compañeros (“Creo que casi todos lo hablan”), tiene una verdadera obsesión por la privacidad de su familia, un temperamento japonés que no intenta esconder y también un vago y apreciable sentido de humor. Los japoneses de los medios se preguntan si alguna vez un jugador de su país ha sido presentado y homanejado de esa manera (fácil la respuesta: nunca), el japonés jugador salta por encima de las estructuras, los 200 periodistas agolpados en la sala executive, las 5.000 camisetas vendidas con su nombre desde que está en el Milan, hace veinte días, cuando se hizo oficial su llegada. Salta y va al campo, pero no se sabe cuando: quizás no ante el Sassuolo.
No será un samurai, pero no le falta determinación. Y como los sueños son deseos, intenta trabajar para hacerlos realidad. Zaccheroni ya le ha dado varios consejos, pero Keisuke sabe que el fútbol italiano es un duro mundo: “He realizado un largo camino antes de llegar aquí, pero quizás si hubiera venido dos años antes no habría sido capaz de gestionar esta presión. Pero ahora les puedo decir esta presión me la he buscado yo, pero este peso me gusta, no creo que tenga problemas en soportarlo. Si uno tiene la posibilidad de elegir una camiseta importante, ¿por qué no debería recogerla?”.
Honda es ahora el 10 del Milan, pero también de todo Japón. El Milan lo ha fichado porque les gusta técnicamente, pero Honda será un grande testimonial en una nación donde los grandes deportistas son raros (Ichiro Suzuki de los Yankees, la patinadora Mao Asada, los campeones de sumo) y por eso son todavía más celebrados. Honda es un líder de su selección, un fenómeno mediático al cual el Milan confía para entrar en el apetecible mercado asiático. Los tour operadores ya se frotan las manos pensando en el próximo flujo de turistas nipones: “Si uno no cree en sí mismo, no puedes llevar una camiseta como la 10. Soy una persona de sangre fría”. Eso quizás Beckham no lo habría dicho.
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